
Qué ironía: aunque la comunicación sea un pilar fundamental en las relaciones de pareja, también suele ser la fuente principal de conflictos. Las discusiones pueden surgir por los temas más banales o por cuestiones más profundas, pero lo que acaba haciendo que una pareja entre en un espiral son dos cosas: patrones de interacción (y de comunicación!) rígidos, y el hecho de que cada uno interprete la realidad -tanto de la relación como de la vida misma- de forma diferente.
Cada uno llega a la relación con una historia de vida única. Sus experiencias pasadas, los valores que aprendió en su familia, los modelos de relaciones que ha visto y claro, sus heridas emocionales no resueltas, moldean su forma de relacionarse.
Por ejemplo, a alguien que creció en un hogar donde las emociones se reprimían se le puede hacer muy difícil expresar sus necesidades. Por otro lado, una persona que vivió en un ambiente donde se discutía frecuentemente podría reaccionar a la defensiva a cualquier desacuerdo.
Hay que admitir que cada uno tiene su propia manera de ver la relación y que hay espacio para ambas! En lugar de intentar convencer a tu pareja de que tu versión es la verdadera, adopta una postura curiosa y tratar de entender cómo tu pareja ve y experimenta la situación.
Por ejemplo, si en lugar de decir:
“No es cierto que nunca te apoyo, siempre estoy aquí para ti”
preguntas:
“¿Qué te hace sentir que no te estoy apoyando? Quiero entender mejor cómo te sientes”,
estarás abriendo un espacio de escucha mutua donde ambas perspectivas puedan ser validadas, además de evitar entrar en un espiral de reproches y reactividad.
Patrones de interacción disfuncionales
Otro obstáculo común son los patrones disfuncionales que se van retroalimentando sin parar. Estos patrones son ciclos en los que cada uno adopta una postura disfuncional que acaba reforzando la postura disfuncional del otro.
Por ejemplo, uno puede sentirse exigir atención constante por sentirse ignorado, y en respuesta su pareja al sentirse presionada, se distancia aún más. Y el ciclo se retroalimenta: entre más exige A, más se aleja B, entre más se aleja B, más exige A…
El primer paso para romper estos patrones es que cada uno reconozca la postura que adopta (e, idealmente, entender qué parte de su historia personal ha contribuido a que adopte esa postura) y después, la pareja puede hacer un trabajo en equipo para identificar cuando se está entrando en este patrín disfuncional. Esto contribuye a que se vean como un equipo que está unido contra las dificultades, y no dos personas que están viéndose la una a la otra como el enemigo.
La terapia de pareja: un espacio de encuentro
Cuando los problemas de comunicación se vuelven frecuentes y difíciles de resolver, la terapia de pareja puede ser un espacio neutral donde ambas partes pueden expresarse libremente, aprender a dejar de lado las defensas, reconocer las emociones el uno del otro y validarlas.
Además, la terapia de pareja puede ayudarles a identificar patrones disfuncionales y a reemplazarlos por formas de interacción más saludables. Por ejemplo, una pareja puede aprender a negociar acuerdos que respeten las necesidades de ambos y a comunicar sus emociones de manera más efectiva.